EL AUTOR
Salvo indicaciones de tiempo o de lugar que se han suprimido, el presente volumen recoge fielmente las meditaciones de aquellas semanas de Cuaresma. Se inician con una cita bíblica alusiva, bajo la que se propone la lectura del pasaje evangélico que el artista plasmó en sus cuadros como primera aproximación a los lienzos. Todas se cierran con una oración, que no es original del autor, sino de la propia hermandad de la Santa Caridad para acompañar el ejercicio de las obras corporales de misericordia que inspiraron el programa iconográfico del templo de San Jorge.
Murillo y la Caridad
¿Por qué Murillo? ¿Y por qué los cuadros de la Caridad? En el marco del cuarto centenario del nacimiento del genial pintor sevillano se ha vuelto la vista sobre esta impresionante colección de la iglesia de la hermandad de la Santa Caridad. Pero los caminos del Señor no son tan directos como los nuestros. El párroco de San Juan Pablo II me pidió que le sugiriera una reproducción para vestir las paredes desnudas de un despacho del recién inaugurado complejo parroquial. Sólo puso una condición: debía mover a la conversión del penitente, puesto que el cuarto en cuestión iba a usarse como capilla penitencial.
En seguida, un cuadro se me vino a la mente: «El retorno del hijo pródigo» de Rembrandt, glosado en un maravilloso libro, El regreso del hijo pródigo, del sacerdote holandés Henri Nouwen, que había leído poco después de mi propia vuelta a la Iglesia. Esa escena llevó a la de Murillo y a la página de internet del museo de Ottawa donde está el original para adquirir la lámina que, convenientemente enmarcada, recibe ahora a quienes quieren ser oídos en confesión.
Aficionado al arte y a las palabras que lo explican, sin saber muy bien por qué, escribí una meditación que explicara el cuadro resaltando lo que Murillo habría querido expresar. Y de ahí nació este libro. A menudo contemplamos el arte religioso descorazonado, vacío de la fe con que, en la mayoría de los casos, se encargó y se ejecutó. Nos basta con un sentido utilitarista –una obra de arte para el estudioso, un objeto de devoción para el predicador– que amputa terriblemente toda la riqueza contenida en su génesis. Murillo pintó esos cuadros para que quienes los admiraran, los hermanos de la Santa Caridad, se vieran impelidos a poner por obra la misericordia divina. Y esa es su razón de ser. Me pareció la hora de rescatar ese mensaje primordial.”